lunes, 25 de septiembre de 2017

41. Ante la duda




Fue una toma fugaz. ¿Ave o pez?, se preguntaron al unísono los atónitos viandantes. Alguien comentó: vaya, un nuevo bicho híbrido. Otro: es un exponente más de la mezcla de especies. Y el señor que se ponía la mano de visera contra el sol para asegurarse de su plumaje, ¿o eran escamas?, dijo: por fin los seres fantásticos salieron del Apocalipsis para hacerse carne. Sin embargo fue tan escasa la gente que vio el acontecimiento de aquel vuelo ultra rápido que los testimonios no estaban claros. Tampoco la fotografía dilucidó el misterio. Había salido borrosa, el intento de atrapar el vuelo, ¿o fue una emersión?, resultó fallido. Ante la duda, dijo el fotógrafo ocasional al pequeño grupo de visionarios, olvidemos el incidente y que no cunda el bulo. Ya hay suficientes monstruos más allá y más acá de nosotros y no tenemos ninguna necesidad de catalogar uno nuevo. Salvo que se manifieste nítido y revolucione el panorama.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)






sábado, 23 de septiembre de 2017

40. Los inversos




En la lejana civilización de Himet-Vat son elegidos para gobernar el país los hombres al revés. También se les conoce en los territorios vecinos como los inversos.

Esta élite, asentada en la antaño fértil urbe de Tell-Ogüz, son una mezcla de magos, sabios, artistas y políticos. Las malas lenguas comentan que dicen que son todo pero que no son nada. Y, en efecto, nadie sabe contar de ellos que hayan realizado descubrimientos sorprendentes, que se conozca revelación alguna de sus conocimientos, que hayan creado alguna obra digna de admiración o que realicen eficaces gestiones que hagan avanzar el Estado que rigen. Sin embargo son un modelo para los pobladores, de tal manera que está creciendo cada vez más el número de estos que desarrollan las artes gimnastas de los inversos. Ya no es extraño encontrar por las calles empobrecidas de Tell-Ogüz u otras ciudades a hombres y mujeres, niños e incluso ancianos, caminando con mayor o menor dificultad con los pies para arriba y la cabeza deprimida, casi hundida en el suelo. De tal manera han tomado como ejemplo la actitud de la casta de los inversos que se han vuelto tan rigurosos, incluso algunos viajeros les denominan intolerantes, que sus cuerpos se están deformando. Así parece que los brazos no les sostienen apenas, la cintura se dobla, la columna adquiere la forma de escalones y los pies bailan ridículos y torpes. Es curioso observar que, por el contrario, la cabeza permanece relativamente altiva, no obstante estar algo encogida entre los hombros, pero en cuanto hablan la vocalización es defectuosa, las palabras salen inconexas y las ideas se desgarran tervigersadas hasta límites insospechados. Nadie sabe con certeza qué futuro les depara. Las ciudades estado que rodean a aquellas que pertenecen a Himet-Vat permanecen a la expectativa y ya muchos empiezan a nombrarlas como la civilización de los saltimbanquis, los equilibristas del infierno o, y este término es francamente despectivo, los arrastrados.

Salta la casilla lo antes que puedas, jugador, no vaya a ser que quedes atrapado en la necia cultura que invierte la cultura y te veas en el trance de convertirte en otro hombre al revés.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)



viernes, 22 de septiembre de 2017

39. La voz




Allá dentro está el origen. Allí la llamada. El origen no es un individuo ni una molécula ni un símbolo. Es la emoción de los sonidos ancestrales e imaginarios. La seguridad que da un abrigo. El vértigo de lo que se hace y muta a cada instante. La compenetración de los hemisferios que se reproducen en tantos seres. La voz. Lo que se recibe y cuanto se emite. Trae tantos mundos y significados que los hombres primitivos ya la utilizaron para convocar a otros hombres. También para conjurar los elementos que les azuzaban con crueldad. Tótem y adorno. Laberinto y profundidad. El joven Pneus, que cuidaba cabras junto al acantilado, extraía tales sonidos de aquella cavidad misteriosa a la que mimaba que era requerido por otros pastores. Los nautas perdidos en la proximidad de la costa se salvaban al percibir la música. Algunas tribus belicosas se lo disputaban por el enorme poder que concitaban sus sones contra tribus enemigas. Pero Pneus disfrutaba sobre todo cuando hacía llegar a una joven de la humilde aldea, distante de la choza donde él vivía, aquellos cánticos. Porque no era solamente el sonido, era la intención que el pastor procuraba para hacerle saber a su amada lo que sentía. Se vieran o no se vieran, los amantes se entendían. ¿Cómo puedes saberte correspondido si sólo eres tú quien musica?, le preguntaban los zagales del entorno. Oh, el viento habla por ella y me devuelve sus sentimientos, respondía ufano.




(Ilustración de Artemio Rodríguez)


miércoles, 20 de septiembre de 2017

38. El líder




Munén, el más docto de la tribu superior de los antropoides habló de la siguiente manera. Agitó varias veces el brazo izquierdo, extendió su índice desarrollado, lo alzó indicando el cielo, lo extendió hacia la concurrencia, señaló el suelo. Todos los movimientos los ejecutaba rítmicamente y con afán imperativo. Con una de sus extremidades se sostenía en el principio de la sujeción  y con la otra ratificaba cuanto decía su brazo todopoderoso y hablador. Porque la mímica era lenguaje desarrollado y efectivo entre aquella especie que subía y descendía de las alturas con el mayor dominio y comodidad. Al concluir la disertación de gestos el público primate se agitó en las ramas, danzó sobre el suelo, golpeó los troncos de los árboles en señal de reconocimiento y satisfacción por lo visto y, en menor medida, captado.

Uno de los asistentes destacó un dedo con timidez, un apéndice más bien corto y, a través de ademanes y pausas, preguntó por qué no utilizaba el brazo que siempre mantenía colgado el predicador, como mano tonta, sin ejercitar con ella. Lo tengo reservado para grandes designios, respondió el líder en el mismo idioma, es decir, extendiendo hacia el horizonte el brazo izquierdo, agitando la palma velluda y elevándola lentamente en dirección al sol. Entonces, todos los monos que, aun pertenecientes al mismo género que el sabio, se limitaban a seguir las instrucciones y órdenes que el sumo hacedor proponía, abrieron al unísono la boca y la dejaron de par en par un buen rato. Era el gesto por el que demostraban su pasmo ante el saber del dirigente y ofrecían acatamiento a cuantos consejos y mandatos recibieran de él.

Otro de los enfervorizados espectadores, animado por el ejemplo anterior, se decidió a preguntar. Moviendo una de las manos varias veces deseaba saber qué era eso de los designios y que si tal invento les iba a facilitar la vida. Esta vez el jefe no respondió. Se le encendieron los ojos, gruñó un instante e hizo un ademán con su cabeza a dos corpulentos primates que se hallaban junto a él. Estos bajaron de sus ramas y separaron de la tribu al imprudente que había preguntado. Luego se lo llevaron lejos y todos se miraron comprendiendo que le esperaba un destino poco amable. El líder se recompuso, gruñó varias veces para impetrar silencio y con gran espectacularidad dirigió la mano tonta en dirección a la masa. Algunos quieren saberlo todo, dijo con aquel movimiento impositivo de la mano. La concurrencia, como un solo mono, agachó la cabeza en señal de sumisión.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)  


lunes, 18 de septiembre de 2017

37. El baile endiablado




Sabes dejarte llevar bien, le dice ella. Sabes tomar la iniciativa muy hábilmente, dice él. Cuando yo bailo me gusta conducir el otro cuerpo como si fuera parte de mí, dice la mujer. Cuando me sacan a bailar me gusta que me arrastren a lo imprevisto, responde el hombre. Aquí se invierten todos los papeles, dicen los dos a la vez, y ríen y ponen más ritmo al baile. ¿Sabes que bailar es un juego de aproximaciones y rechazos?, pregunta el bailarín. Lo sé, afirma la bailarina, también de ofrecimientos y de retirada. Y te diré más: aquí los cuerpos llegan más profundamente que si yacieran el uno junto al otro en el ritual del amor. El hombre, sin parar: eso mismo creo yo. Aquí hay un ritmo frenético que viene impuesto por la música, que es como el tercer amante. También opino así, ratifica ella. Y ese amante marca la relación pasajera pero entregada, ¿no crees? El hombre que baila hace ademán afirmativo con la cabeza. La música sube el tono, los instrumentos de la orquesta entran todos en erupción, se impone una velocidad cercana al abismo. Ambos se agitan, las manos de uno se apropian del cuerpo del otro, doblan las piernas, sacuden sus cabezas, se insinúan pero esconden al público, con sus movimientos enloquecidos, la pasión compartida. Fijan, en fin, la mirada con una obscenidad que solo saben distinguir ellos. Cesa la música. Todos les rodean y hacen un coro de aplausos. Estuvo bien nuestro tercer amante, dice él. Fue decisivo, dice ella, mientras agradece a los presentes el reconocimiento.  

¿Que no sabes bailar, jugador? Intenta unos pasos si el dado cae entre los bailarines. No podrás echarlo de nuevo hasta que no ejecutes algo que se te ocurra. Lo más sencillo.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)

domingo, 17 de septiembre de 2017

36. Llamada del origen salvaje




A la llamada, no se sabe si apocalíptica o gloriosa, que solo escuchan ciertas aves las aguas mansas sueltan a las familias que se aquietan en ellas, los estanques a las privilegiadas por la belleza, las granjas a sus crías rollizas. Es la revuelta contra la domesticidad y el retorno al estadio anterior. No es tampoco una involución, pues sus fisiologías no se van a alterar, sino que se van a poner al servicio del ente misterioso que emite el sonido invisible. El eco se extiende por valles y mesetas, se desliza por las costas y repica entre laderas agrestes. Las aves que se habían acomodado desde hace siglos a las venturas y cuidados de los humanos se sienten reclamadas por un olvidado origen. ¿Qué precio pagarán por retrotraerse a una edad más primitiva? ¿Qué tendrán que reaprender? ¿Cuántos desasosiegos no traerá la adaptación a un ámbito que desconocen las generaciones actuales? ¿O no llegarán a ningún lugar, pues la música que las ha hecho partir no tiene una ubicación específica? Entonces tal vez ello suponga el principio de su extinción.

Cuidado, jugador, si el dado cae en este cisne exuberante. También te acecha la seducción de un viaje al principio de tus días. Crees que ganarás pero en realidad apenas conseguirás otra cosa que demorar el recorrido.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


sábado, 16 de septiembre de 2017

35. A saltos



Sube sobre su lomo, jugador loco. No llegarás tal vez a ninguna parte -¿hay que llegar a algún lado?- pero en sus idas y venidas verás mundo. La altura de sus saltos te darán la medida del territorio que te está permitido poseer con el deseo. A través de su agitación palparás la alegría de lo lúdico. ¿No te parece suficiente? ¿Acaso no habías comprobado todavía que tu existencia apenas es un baile de ocasiones que, las cojas o no, son efímeras y quebradizas? Presumas de hombre disperso o de hombre centrado los paisajes no son tuyos y, por lo tanto, nunca podrás decir con propìedad: fui el dueño de tal lugar o  aquel espacio lo creé yo. Aprovecha los saltos que te brinden alegría, que deslicen placeres inesperados, que te envuelvan en el goce de la ternura.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


jueves, 14 de septiembre de 2017

34. Aprendizaje de los animales fantásticos




Muchos seres híbridos quieren ser más híbridos todavía. No solo mezcla de uno o dos animales, sino de animal y hombre, sino de hombre y mujer. Incluso los hay que pretenden incorporar más elementos porque, piensan, cuanta más diversidad exótica haya más enriquecimiento personal se obtendrá. Para ello no dudan en apoderarse de otros seres y extraer aquellos órganos que les interesa añadir a los propios. Si estamos dotados de más personalidades más perfectos seremos, mascullan. ¿Que se quiere galopar y volar? Se mixtifican cuerpo de gacela y alas de águila. ¿Que se intenta sentir como humano y como animal? Se prepara el híbrido de hombre o mujer y de caballo. ¿Qué viene bien ser visible y cuando interese invisible? Hay híbridos que han conseguido ser elefante y a la vez ácaro. Lo admirable del mundo de los seres mezclados es que la idea de utilidad estimula los fines que pretenden lograr. Lo sorprendente es que en ese nuevo ser desaparece el dominante, porque siempre la otra parte sustrae el ímpetu o la soberbia de la parte que pretenda imponerse. En ese sentido, el problema es que hay vidas de las que no se sabe si van o vienen. Si quieren estar o quieren destruirse. Las posibilidades de crecer llevan parejas las de disminuir. 

Un biólogo de la región china de Shaanxi opina que los seres mestizos son más bellos e inteligentes cuanto menos trata de imponerse una de sus dos personalidades físicas. Cómo llegar al equilibrio es producto del azar. Lo importante, dice Han Yi (nombre ficticio de dicho científico), es tener cierta claridad de lo que se desea. No acumular propiedades de otros seres solamente porque se haya visto que en ellos funcionan. A la pregunta de un periodista sobre el futuro que ve a estos híbridos el hombre de Shaanxi responde: hace tiempo que empezó el futuro de los seres mestizos, pero no lo habíamos observado. Compruebe usted el comportamiento de un pretendido humano a lo largo de uno o dos días  -sistema de comidas, movimientos, miradas, organización del sueño, silencios o parladas-   e irá sacando conclusiones sobre los animales que le configuran. Por supuesto, también puede observarse a sí mismo, pero ahí el riesgo es no tener suficiente perspectiva para dar con la clave de su formación. 

Si la cifra de tu dado te ha detenido aquí, elige sin dudar demasiado un modelo de ser fantástico y sigue pulsando la suerte.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)



martes, 12 de septiembre de 2017

33. Estas voces y músicas celestiales



Soy la síntesis de los que me precedieron. Me encuentro en el aedo, en el rapsoda, en el recitador, en el bardo, en el trovador, en el cantautor de la víspera. Y todos ellos, resucitando el pasado, emergen en mí. Recorro caminos donde muchos no se aventuran y me detengo en las aldeas donde las voces y los dulces sonidos no llegan. Soy contratado para los jardines de los filósofos y me detengo en las tabernas de los que consuelan al anochecer sus ásperas jornadas. Acompaño las mesnadas del señor y canto por encargo a las damas que aman los caballeros. Accedo a las estancias de los enfermos y hago llover melancolía sobre las losas de los muertos. Apaciguo las decisiones que toman los comerciantes y suavizo las tertulias donde se agita lo irascible. Llego hasta las aulas de las nuevas culturas y me embarco en las exploraciones más ultramarinas. Me deslizo en el renacer de las modernas ideas y sobrevivo en los cánones donde éstas se repiten o se agotan. Alivio las lamentaciones de los perseguidos y apoyo las causas de los rebeldes. Rebajo las angustias de los penados y elevo las aspiraciones de cuantos anhelan ser libres. Las letras y las músicas se hacen un solo individuo cuando mi garganta y mis manos se conjuran para impulsar la esperanza. Ven, jugador del camino, y escucha mi canción y la melodía del viento que se acuna en mi regazo.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


lunes, 11 de septiembre de 2017

32. Hacia lo cierto a través de lo incierto




Tanta ave entre este cielo y esta tierra, ¿estarán diciéndonos que no dejemos nunca de emprender el vuelo? ¿Tratarán de indicarnos el camino? ¿Invitan a que no nos rindamos? ¿Nos proponen acaso una actitud que desconocemos? ¿Dónde acumulan tanta floritura de su pico y con qué fin? Acaso solamente nos recuerdan que andar el camino  -volar-  es perseverar. Insistir en un rumbo a través de lo incierto. Aguantar el tirón de una dirección cuyo destino lo conocemos pero no lo aceptamos por las buenas. Estimular a que mi yo y tu yo lleguen a algún grado de entendimiento. Soportar los desencuentros de aquí abajo. Perseguir buenamente lo placentero y huir cuanto antes, si se puede, de lo doloroso. Pueden ser tan variados y extensos los mensajes de las aves...

No te pongas de todos modos en sus alas, jugador. Y no precipites tu camino, por muy incierto que sea, pues cuando te llegue el destino cierto ya habrás terminado la partida. La que no se puede ganar nunca.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


domingo, 10 de septiembre de 2017

31. Sáquenme...




Qué oscuro está todo aquí abajo (es el eco el que habla) Plas...plas...plas...(onomatopeya de gotas de lluvia finas que caen con lentitud al fondo) ¿Hay alguien ahí fuera? (nueva voz del eco) Plaf...plaf...plaf...(onomatopeya de gotas más gordas que se precipitan hasta la negrura más honda) No me dejen aquí (el eco y su voz turbia y lejana) Broooom...(onomatopeya de trueno que rebota por la vertical del círculo de piedra quedo) Que alguien me ayude (voz rasgada del eco) Un relámpago se besa con el agua del pozo (la luz no mete ruido) Sáquenme...(el eco quiebra del todo) Sin onomatopeya (el silencio no se representa con lenguaje) 

Aunque es una metáfora de uso frecuente aquella que dice que hay que salir del pozo, lo cierto es que la realidad nunca deparó demasiadas oportunidades de emerger. Quien caía a un pozo resultaba que lo hacía con todas las consecuencias, sobre todo si era profundo o le habían arrojado para que se despeñase. El pozo ha servido, además de para echar el caldero y sacar agua fresquita, para esconder (tesoros, armas, propaganda política) y en eso de ocultar su uso era comparable a los altares de las iglesias católicas. El pozo ha servido para contemplarse los amantes en su agua quieta durante las noches de luna llena. El pozo ha sido útil (qué horror tal utilidad) para hacer desaparecer a los enemigos. El pozo ha sido usado por los ladrones para esperar el mejor momento de asaltar la casa. El pozo nos pide que tiremos una piedra y luego otra y agucemos el oído. También puede exigir una moneda como impuesto que te garantice la obtención de un deseo. Yo de niño tiraba los zapatitos de las niñas de mi vecindad al pozo y me llevaba regañinas. Todavía tengo pendiente bajar a recuperarlos y devolvérselos, pero sospecho que ellas habrán crecido (y no quisiera a estas alturas y a tanta distancia de aquella fechoría que me castigaran de nuevo)

Jugador que el dado te ha traído hasta el pozo. Haz trampa antes de que perezcas en él. ¿No has visto cuánta gente se salva por hacer trampas en esta vida? (O se hunden del todo)



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


viernes, 8 de septiembre de 2017

30. Cogitus




Yo, Homo Cogitus, abrumado por el vacío de mis pensamientos, escarnecido por el abandono al que me someten mis próximos, desgastado por la pérdida de mi identidad, absorbido por la ideología todopoderosa de la publicidad, salpicado por la insalubridad de las doctrinas, atrapado a mi pesar por la sinrazón única y relegado a la condición de materia de detritus me declaro en bancarrota ética. Si bien dando por supuesto que alguna vez se hubiera tenido claro en la historia del zoo humano qué es la rectitud de obrar, la actitud de tolerancia a la divergencia, el afán generoso de compartir y el respeto a la conciencia individual. Habiendo rechazado por lo tanto cualquier nuevo intento de repensar el mundo y en ello de replantearme a mí mismo opto, dentro de los escasos márgenes que me son permitidos, por convertirme en roca o asentarme como raíz de árbol añejo o transfigurar mi vida en cauce fluvial o incrementar las huestes de las energías desatadas de la atmósfera o simplemente resolver mi condición fallida en los ecosistemas de cualquiera de los gusanos que edifican su mundo sin preguntas ni respuestas.  




(Ilustración de Artemio Rodríguez)

miércoles, 6 de septiembre de 2017

29. El hombrecillo y el fuego de la tierra




Hermosa hazaña la del hombre pequeño logrando alcanzar el fuego. No lo inventó, lo recondujo. El hombre siempre tuvo el dragón dentro de sí. Cuando miró con perseverancia los fenómenos naturales, cuando ejercitó su ingenio, cuando transformó sus propias manos en el primer instrumento hábil que iba a crear más herramientas complementarias, el fuego ya estuvo a su alcance. Entonces, la conciencia de poder alterar a su favor una parte pequeña del lado intocable de la naturaleza le hizo crecer. Podía llegar a mayores proyectos. Eran tiempos en que no había medida de tiempo. Hoy el hombre sigue tratando de alcanzar aquella parte del fuego que aún no posee. Es su tendencia tenaz e ilimitada, y en cierto modo lleva camino de conseguirlo. Puesto que aún no ha sido capaz de inventar algo seguro que le permita llegar hasta el sol, ni ha controlado el fondo de los volcanes, ha traído otros soles a su tierra. Los que el hombre mismo ha fabricado. El empeño por su control no oculta la duda del riesgo. No hay animal fantástico o ser imaginario más poderoso que la energía que emana de la tierra y que el hombrecillo sigue intentando tomar en su poder. Y ya no da tanto miedo lo ajeno como lo propio. Porque dentro del hombrecillo su pretensión de capacidad ilimitada le ha hecho fantasear en exceso. No sabe parar ni poner límites. ¿Le devorará la larga lengua de fuego de su engreimiento?



(Ilustración de Artemio Rodríguez)



martes, 5 de septiembre de 2017

28. La troupe




La troupe es lo residual de los nómadas de todos los tiempos. Los saltimbanquis que van en ella encarnan la dinámica universal. También las últimas comprobaciones de las leyes físicas. No son ya aquellos cazadores recolectores a pie de suelo nuevo cada día, ni se trasladan con ganados por extensas regiones, ni se trata de comerciantes de caravana que se detienen hoy en esta ciudad y mañana en otra más recóndita. Ni siquiera pertenecen a mesnada guerrera alguna cuya única razón de ser es vivir al día y cobrar la soldada y gastarla después en la compensación de placeres ocasionales. 

Los saltimbanquis de la troupe venden juego y con su exhibición provocan el deleite visual. Siendo tan antiguo su oficio como el de otros nómadas, pues el espectáculo lúdico siempre fue muy apreciado entre los habitantes de pueblos y ciudades, aún se ejercita para asombro de mayores y emulación de criaturas cuyo cuerpo les permite virguerías. Los dos hermanos de la troupe saben infinidad de ejercicios y hay un momento en sus contorsiones, probadas una y otra vez hasta el infinito, en que sus cuerpos individuales se diluyen para dar paso a uno único que suscita admiración. 

Ha corrido de boca en boca esta hazaña y los espectadores se apresuran a esperar en medio de la plaza donde ejecutan su número de la milagrosa posición que les hace únicos. Lo curioso es que se esté colocado en cualquier parte del perímetro de asistentes todos y cada uno tienen la misma percepción. No hay truco, no hay defecto. Si uno se pone detrás de ellos los miembros del volatinero de abajo se entrelazan con el superior. Si se coloca uno de frente el mismo trenzado no deja entrever fisura alguna. Los niños, que siempre son los que más se asombran, temen,. no sin razón, que haya un momento en que ambos hermanos no puedan separarse. Son los siameses del movimiento, los que unen habilidad natural con emociones y sentimientos, y crean un ser dual que da la impresión de que no van a separarse nunca. Que se traten de hombre y mujer sorprende todavía más y cuando están en plena concentración y llegan a ese punto de comunión mágica la gente los ve como sobrenaturales. Entonces el público irrumpe en aplausos y quien más y quien menos desea practicar en sus casas tras abandonar el show. Sueñan con que emulando tal adiestramiento maravilloso el marido y la mujer se reencuentren más allá de sus conflictos, los hermanos se sientan más fraternales superando sus envidias, los niños adquieran un mayor crecimiento en su complicidad. Pero, ¿y los ancianos? Los ancianos, en primera fila de asistentes al acto, han rendido sus deseos entre la visión limitada de sus ojos de cataratas y sólo recuerdan con ojos humedecidos. Solamente recuerdan.




(Ilustración de Artemio Rodríguez)


lunes, 4 de septiembre de 2017

27. En bandada




Hay tantos pájaros sobre nuestras cabezas  -muchos más dentro de ella-  que mejor dar la espalda al tenaz batir de sus alas. Van y vienen, pero mejor no saber a dónde se dirigen y de qué lugar proceden. Tal vez la caída de alguna pluma o de uno de sus detritus nos obliguen a mirarlos con sorpresa o con indignación. Se hacen tanto de rogar...Vayas por donde vayas te sobrevolarán aves de otros continentes o simplemente aquellas más domésticas. Son como las ideas, y como a las ideas también se las puede ignorar, aceptar o matar. Tú eliges, jugador de vuelo rasante, y sabrás qué infinitivo te apetece conjugar. Pero piénsalo bien, por si te arrepientes de la decisión. Al fin y al cabo, tú y los tuyos también actuáis en bandada.




(Ilustración de Artemio Rodríguez)


domingo, 3 de septiembre de 2017

26. Los híbridos




Los seres híbridos son entrañables. Ese aspecto que tienen de estar sin terminar o de haberse confundido al hacerse, y a la vez estar formados de dos seres, me atrapa. Me da en pensar. Por ejemplo, que empezaron como un individuo de una especie determinada y acabaron siendo otro individuo de una clase diferente. ¿Qué mantendrán de la primera y cuánto de la segunda? Ninguna de las dos es la definitiva, sino una tercera, la que les ha configurado como seres de dos mundos. En el espectro de los seres fantásticos abundan. Dibujantes, pintores, grabadores, amanuenses, artistas de las cavernas...los han modelado a su aire imaginativo. Pero ¿quién puede pensar a estas alturas que los híbridos, la doble o triple personalidad, los que se crecen en dimensiones sorprendentes, los que crían heterónimos, no existen en la vida real? Yo conozco algunos: apariencia normal, simpatía en unos, huida en otros, pero ojo, nunca confundir un híbrido con un orate, si bien puede haber de este género que sean híbridos, obviamente. Los híbridos multiplican como por ensalmo sus posibilidades, aunque también es cierto que gran número de ellos perecen en el intento. Son grandes jugadores, pues, de la vida. Los juegos de mesa no les interesan tanto como aquellos en los que las piezas son otros individuos, los movimientos se configuran como oportunidades y el tablero de la partida es un sinfín de situaciones de resultado desigual. Una característica extraordinaria de los híbridos: a veces vienen cuando tú vas. Otra capacidad: intentan una y otra vez las jugadas cuando sufren derrotas. Son inasequibles al fracaso y ágiles emprendedores. Un riesgo: que intenten hacer algo decisivo con una de sus dos composiciones, obviando la otra. Entonces la confusión está asegurada y el desenlace imprevisto.  

Antes de echar de nuevo el dado asegúrate de si eres o no eres híbrido, procura que el deseo de una puntuación no se vea interferida por la excesiva racionalidad. Hay que dejar abierta la puerta al azar, pues a nadie nos ha sido dado controlar todo el panorama.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)


viernes, 1 de septiembre de 2017

25. El faro




El primer faro no fue tal sino una serie de hogueras en la zona más saliente de los cabos. Los hombres aún vivían en imperfectas arquitecturas que transformaban poco a poco. Así mismo amparaban las endebles edificaciones que iban a más con agrupaciones horizontales de piedra que las cercaban. Se sentían protegidos de enemigos reales y de la adversidad de sus miedos. 

También fueron diseñando frágiles embarcaciones que no podían alejarse en exceso del litoral. La audacia no bastaba para sobrevivir y muchos perecían, apenas se alejaban pocas millas mar adentro sin saber volver o retornando a ciegas hacia la fatalidad.  Alguien dijo: ¿y si levantamos una construcción elevada desde donde se otee el horizonte? ¿Y si nuestros arriesgados hombres que se aventuran en el océano pueden estar más seguros al retornar a casa con una referencia que les guíe? Pero alguien, más prudente, dijo: Apenas sabemos poner piedra sobre piedra en las hileras de nuestras murallas, sin exceder la altura posible, ¿y quieres que hagamos un montículo con las piedras? ¿Cómo íbamos a conseguir subirlas? Otro de la aldea, menos osado todavía y más temeroso, añadió: Además, desafiaríamos al cielo, y ya tenemos demasiados males como para provocar más las iras de las nubes y los seres poderosos que las habitan. Pero aquel vecino tan decidido volvió a insistir: Pues entonces que nadie salga a explorar el mundo, que nadie nos traiga aquellas materias ricas que a veces hemos probado o intercambiado, y si salen que la suerte les favorezca pues de lo contrario nuestra aldea se diezmará y los supervivientes hambrientos tendrán que emigrar. Si no ayudamos a nuestros hombres de mar pereceremos todos. Debemos ver la manera de llevar las hogueras más altas y protegerlas contra el viento y la lluvia. Los habitantes se hallaban divididos y no todos razonaban. A unos les podía un complejo de impotencia, a otros las falsas creencias, a otros el desinterés. 

Fue uno de los hombres más endurecidos por la experiencia del océano, que había sobrevivido a las catástrofes en varias ocasiones, el que expuso su criterio: Solo quienes hemos arriesgado la vida y conocemos las dificultades de la navegación podemos exigir vuestro esfuerzo y probablemente el sacrificio. Diseñaremos entre todos un altillo de rocas y en la parte superior dejaremos unas aberturas por donde salga la luz de la hoguera, así las demás piedras la protegerán. Uno dijo: Y si vamos a tener dificultad para levantar esa elevación, ¿cómo podríamos llegar hasta la hoguera cuando se apague? Pero la obcecación del hombre que había navegado no tenía límite: Eso lo iremos descubriendo sobre la marcha, solo empezando se sigue; solo continuando se avanza; solo avanzando lograremos el objetivo, respondió el curtido navegante. A todos les pareció un estímulo su manera de hablar. Y las miradas de aquel grupo de hombres y mujeres y ancianos y niños y animales domésticos prendieron como diminutas hogueras de esperanza. Entonces todos los que habían dudado o disentido de la idea, porque entonces aún ni siquiera era proyecto, cedieron en sus posiciones timoratas. El hombre de mar aprovechó la ocasión y dijo en tono convincente: pongámonos manos a la obra.

Jugador de la oca: Si a pesar de las luces que avisan de la costa próxima te golpeas contra las rocas o aún peor contra los farallones es que estás ciego. Corrige tu defecto visual y sigue tu camino con el objetivo de la luz de la razón que te ilumine.



(Ilustración de Artemio Rodríguez)